ISSN 2027 - 3096
Los Alcohólicos, Alconíricos, Alcolicos, Lirycoz, esa banda de rap de la A a la Z, ALCOLIRYKOZ, y que “siempre suena bien, aunque lo escriban mal”, ya tenía sus fans, sus álbumes, sus recuerdos, sus canciones, sus miradas y la necesidad latente de narrar el barrio cuando los conocí.
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Tal vez llegué tarde a sus miradas, a sus letras, a su forma de ver el mundo. Al hecho de hacer algo de la nada, que es justamente en donde coincido con ellos. ¿Pero qué es llegar temprano? Los conocí como se conoce la buena música, por la recomendación de quienes comparten sus gustos y su amor: los amigos.
La primera vez que los vi en concierto ya me sabía dos álbumes completos, porque cuando algo me gusta me obsesiono, sobre todo porque las canciones decían cosas que me gustaban: política, estoicismo, nadaísmo, realidad, tristeza, amor, rencor, ironía, la lucha por la trascendencia, por encontrarse, por saberse reales, por entender la sociedad que les tocó.
Los pelaos del barrio me atrajeron con el oxímoron propio de quien comprende que la vida no tiene sentido, pero de que alguna manera vale la pena ser vivida; por la familia, los amigos, el barrio, el trago, las peladas, los amores, los despechos, la Navidad, las metas, los abuelos, la idea de transformar el mundo con papeles y lápices, la recompensa de ver el mar y saberse parte de algo.
Ellos afirman que no les gustan las entrevistas, porque sabemos que las preguntas de los periodistas podrían ser las mismas, ¿qué los inspira?, ¿por qué el barrio?, ¿qué hay de bonito en el horror?, ¿por qué siguen viviendo en Aranjuez si pueden irse?, ¿por qué siguen cantando sobre lo mismo si ya tienen plata?, ¿si el éxito es la vida, encontraron un lugar común para decirle a otros que los sueños se hacen realidad?, ¿qué más queda por cantar? Y esto ya se ha respondido en sus canciones, basta con escucharlas, como fan sería lo último que les preguntaría.
Lo que tengo por preguntar no es sobre el después de la fama, sobre saberse grandes, sobre esa necesidad de la gente de obligarles a cambiar. Quisiera reafirmar con sus palabras cómo tener la disciplina de hacer lo que se supone sin esperar nada a cambio, y que hace parte de un ejercicio juicioso cuando uno vibra con las cosas.
Cómo se vive trabajando, si es que es un trabajo o si realmente son ellos mismos. Porque parece que la sospecha radica en eso, en creer que trabajar es sufrir, en que no se puede vivir de lo que se ama, en que para ser algo hay que seguir un patrón y en que “ser alguien” es no ser lo que se desea ser, porque si me tocó ser pobre no puedo soñar, pero si me tocó ser rico como no voy a viajar, o si pasé de rico a pobre cómo sentarme en un andén, o si tengo para pagar para qué pedir arroz.
Los Ninjaz presentaron su último álbum en Pereira. Iniciaron la gira nacional con una serie de canciones que aunque parecen “ser lo mismo” o la reafirmación “de su método”, es lo que son y es lo que nos hace a los fans vibrar, saltar y gritar: GONORREA, porque la puesta en escena, como dicen ellos, consiste es en estar vivos, en brindar por la vida, en agradecer que la guadaña nos encontrará riendo, en que aunque en la calle maten, en la casa griten, en el trabajo nos echen, los audífonos seguirán retumbando con letras tan absurdas como la vida, irónicas como el amor, desagradecidas como las personas, envidiosas como los mediocres, altaneras como los resentidos, corruptas como los políticos, desvividas como algunas abuelas.
Seguiré cantando a grito herido y en la ducha las canciones de los “Alkoz” hasta que el absurdo de este mundo me lleve a hablar con ellos. Quizás nunca suceda, o tal vez no he hecho el deber, quizás solo quisiera seguir saltando y gritando en sus conciertos, escuchando sus canciones y proponiéndolas en clase, mostrándole a los estudiantes que hablar de lo que nos rodea es necesario e importante, que los sueños se cumplen, que los dados a veces están a nuestro favor, que podemos pensar distinto, que la violencia se encuentra más en quienes no hacen nada y quieren que todo siga igual y no en quienes se animan a cambiar algo que no les gusta.
Normal que el amor, la felicidad, lo bello, lo trascendente, lo necesario, lo esperado le suceda a otros y normal también que se nos den las cosas en algún momento y podamos seguir por ese camino. Normal que no se vea más allá de lo evidente. Normal que cuando algo es atractivo le busquen “el pero”. Normal que la pobreza y la riqueza sigan en guerra. Normal que a los barrios marginales no les espere algo distinto. Normal que siempre haya críticas. Normal que lo que queremos no suceda. Normal que a veces la vida nos juegue en contra. Normal que esto siga siendo igual. Normal, normal, normal, normal.
Texto: Johan Andrés Rodríguez Lugo
Fotos: Roy Alejandro Hernandez Gonzalez y Johan Andrés Rodríguez Lugo