Un nuevo regreso… y este también gracias al ICR

Recuerden nuestro «Y volver, volver, volver…» en 2023: mi regreso a Ibagué, en especial a la Universidad del Tolima, mi alma mater, gracias a que el Festival Internacional Ibagué Ciudad Rock volvía al formato de tres días, y el primero fue un fiestón en la UT.
La versión 2025 de ICR fue otro regreso memorable: volver al que quizá es el escenario natural del festival, el Complejo Deportivo de la 42, lo que antes llamábamos «Las piscinas de la 42», del cual fue desplazado por el conocido escándalo de los fallidos Juegos Nacionales 2015 en Ibagué, marcado por la corrupción en la contratación.
Una década después regresamos a este lugar y, aunque su apariencia sea diferente, es imposible no recrearse con las imágenes y los sonidos de aquellas versiones anteriores que empiezan a circular en mi cabeza y en la de todos los asistentes que alguna vez vivieron una versión del festival allí mismo.



Dos días de sonidos vibrantes, el 11 y el 12 de octubre, con apariciones esporádicas de la lluvia, pero, ante todo, un desfogue de energía tanto en el escenario como entre los asistentes. Ritmos variados que van desde el llamado rock campesino, pasando por el rocanrol, el industrial y muchos otros, hasta llegar al metal. Diferentes formas de una misma pasión: la música. Y sí, en La Musical hay espacio, y habrá, para todos.
Entre viejos conocidos de la ciudad, grandes bandas nacionales, invitados internacionales y los apóstoles del «ruido» como forma fundamental de expresión, se vivió la versión 24 del Festival Internacional Ibagué Ciudad Rock. Bajo la imagen mítica del jaguar, se cumplió la misión de ser fuerza, poder, sabiduría y conexión espiritual a través de la música.
Un escenario emblemático como la 42 permitió que el festival fuese armonía entre la luz y la oscuridad, esas que llevamos por dentro y que explotan al ritmo al que rugen las guitarras eléctricas, el bajo, la batería, los instrumentos tradicionales que se suman a la fiesta y, sobre todo, las voces que gritan y manifiestan aquello que queremos expresar.

Una experiencia que se traslada a los bares de rock de la ciudad, donde, en medio de la tertulia, otras músicas y caras conocidas —así nunca nos hallamos dirigido la palabra—, la vivencia se extiende hasta el día siguiente, con la expectativa de lo que puede ser el año siguiente.
Ya veremos qué nos trae la versión 25 del ICR en el 2026 y, de seguro, nos veremos por allí. Para la revista El Rollo siempre es un placer reencontrarse con viejos conocidos, escuchar de nuevo a bandas con las que nos hemos encontrado en el pasado y descubrir nuevos sonidos y nuevas experiencias musicales en la tarima del festival; y si es en la 42, mucho mejor.





Texto y fotos
Jorge Mendoza
«No se mucho de nada pero me gusta aprender, ramonero de corazón y enfermo por las imágenes».
