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UN LUNES

DE JUNIO

1-junio-2020

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Ilustración: Cortesía de  La Ché / El Espectador
 @lachetaller  / @elespectador  

Para qué contar el tiempo que nos queda,
Para qué contar el tiempo que se ha ido
Si vivir es un regalo y un presente
mitad despierto, mitad dormido

- Andrés Calamaro - 

 

 

 

      Empecé a hacer ejercicio y es quizás el único logro que he conseguido en este tiempo de cuarentena. El licenciado en educación física y deportes, que duerme a dos cuartos del mío, lleva toda la cuarentena entrenando con sus niños de la escuela deportiva de fútbol a través de la plataforma ZOOM; cada tarde a las 4 p.m. se encuentran entre 10 y 15 niños frente al computador o el celular, dos profesores y algunos padres que se unen a saltar, correr, hacer abdominales y sudar un rato, todos pendientes de lo que les dice y les explica mi sobrino. Y bueno, para bajar la ansiedad, la angustia y la incertidumbre, decidí, luego de mucho tiempo, iniciar un verdadero programa de ejercicios.  

     El detalle es este, soy un sedentario profesional, paso la mayor parte del tiempo sentado y mi rutina de Crossfit consiste en barrer y trapear, lavar el baño y la loza; a veces, cuando se podía, montar bicicleta un día y quejarme cinco, salir a caminar tres días y descansar dos semanas. Y bueno, aunque los exámenes médicos no reportan diabetes ni obesidad extrema, ni azúcar en la sangre o alguna patología sobre mi condición física, no está demás mantenerse en forma, supongo, el jugo de cebada fermentada ya se me nota y aunque desde que inició la cuarentena dejé de tomar gaseosas, evidentemente he pecado por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

     La apatía al ejercicio inició hace años, haciendo una retrospección de los hechos, me di cuenta de esto. Resulta que uso lentes aproximadamente desde los 4 años cuando me comprobaron estrabismo en el ojo izquierdo, luego miopía, hipermetropía y cansancio visual, en el mismo ojo; a causa de esto, el ojo derecho trabaja el doble y claro, se desgasta mucho más rápido. Entonces mis gafas son mitad culo de botella, mitad descanso, para equilibrar las fuerzas. Pero ustedes se preguntarán, ¿qué tienen que ver los ojos con el ejercicio? Pues déjenme les explico.

     Todo esto inició en el año 2000, el médico que me atendía y aún me atiende no lo cubre la EPS, por ende, sus consultas son particulares y costosas. Las gafas, por sus características especiales, tienen un valor relativamente alto y, además, las condiciones económicas de mamá no eran las mejores así que invertir en unos lentes para Johancito requería estar atento a que el niño no corriera mucho porque se le podían caer, no jugara pelota porque de pronto le pegaban en la cara, no saliera al recreo a las canchas porque un balonazo, o un empujón, o alguna cosa podía dañarle las gafas. Sumémosle a esto el hecho de que estudiaba en un colegio campestre y que había montañas de tierra por todo lado, así que las probabilidades de dañar las gafas eran muchas. Y sí, dañé unos cuantos pares de lentes por la terquedad del niño de 5 o 6 o 7 años que quería jugar.

     Luego de esto, cuando ya fui consciente de mi condición de hipermiope y gafufo del salón, decidí no volver a arriesgar mis lentes porque me cansé que para el cumpleaños el regalo eran las gafas porque si había para una cosa no había para la otra. Entonces me volví más juicioso con ellas y dejé de dañarlas, o de arriesgarme a hacerlo. Dejé de salir a jugar a la cancha, dejé de participar en los deportes, dejé de saltar cuerda, jugar canicas y todo lo que ponía en riesgo ese artefacto que me permitía ver el mundo y sus placeres. Luego vinieron los televisores, los videojuegos, las series, las novelas, las películas y me volví un amante de las producciones. Pasaba horas y horas mirando la televisión, evidentemente con pausas debido a mi condición y ni les cuento los ejercicios cuando me tocaba ponerme parches y escribir en color rojo, eso es otra historia.

     Entonces digamos que ese fue el inicio a la apatía del ejercicio. Evidentemente fui creciendo, adaptándome más a estar con gafas y sin gafas, a comprender el mundo cuando no las tenía y en esos ires y venires empecé a hacer otras cosas sin gafas. Bailar, declamar, tocar la percusión latina en la banda del colegio, luego tocar los bongos en la banda músico-marcial de Calarcá, hacer fonomímicas y hasta formé parte de la selección de baloncesto en el colegio y en el municipio, aprendí a driblar mejor con la mano izquierda para poder tener el panorama de la cancha con mi lado derecho y así no perder balones, pases y demás. Realmente no veo nada por el ojo izquierdo. Y aunque no era el mejor, fue divertido, hacía mis cestas de tres puntos y todo. Además, es un deporte que me gusta muchísimo. Pero eso fue lo máximo que pude hacer. Luego vinieron los años malos, luego entré a la U y me dediqué a estudiar y dejé el ocio para después. Hasta ahora.

     Como les he contado, en mi casa somos cuatro, tres muchachos y un “cuchacho”, activo, deportista y con toda la actitud, se nos pega al corte para ver series y películas de bala y lo que sea que tenga que ver con ejercicio ahí está, por eso su hijo es jugador de fútbol y licenciado en deportes. Y bueno, al inicio de la cuarentena nos reuníamos cada tarde a jugar cartas y parqués, empezábamos a las 5 o 6 de la tarde y nos íbamos hasta las 9 o 10 de la noche o hasta que alguno perdiera más plata.

     Hace quince días cambiamos, ahora paramos nuestras obligaciones a las 6 p.m. y nos alistamos para que Alejo nos coordine los ejercicios. Empezamos el estiramiento, el calentamiento, un trote suave. Saltos, flexiones, abdominales, saltos, flexiones, abdominales. Correr a gran velocidad y detenernos, subir y bajar las escaleras, subir y bajar las escaleras, caminar, caminar, caminar, caminar, caminar, ponerse las pesas, caminar, caminar, caminar, saltar, tirarse al piso, saltar de nuevo y el gran remate: Hacer un minuto de plancha. Los que han hecho ese ejercicio entienden que el tiempo es relativo, que un minuto hablando o bailando es cortico al lado de ese hijueputa minuto en una sola posición. Pero bueno, al inicio duraba 20 segundos y les cuento que ya duro minuto y medio. Ahí vamos dándole.

     Todos estos días han sido más extraños de lo normal. Creo que muchos nos hemos resignado a seguir viviendo en condiciones de pandemia y de aterrarnos de que haya gente que independiente de todo no logra dimensionar lo que está sucediendo a nuestro alrededor. Escépticos miedosos que gritan que todo es mentira, que todo es una estupidez y que hay que seguir la vida como si nada sucediera; vecinos irresponsables y personas que pareciera no vieran noticias o no entendieran todo lo que se viene. Entendemos a todos aquellos que deben salir a buscar su diario. Ya regresó el señor de la mazamorra, los señores que venden verduras y escobas, y esta semana fue triunfante y delicioso escuchar la venta de medio litro de helado a dos mil pesitos. El gremio de los heladeros ha regresado y eso me parece importante, son un grupo muy juicioso que se la lucha diariamente. Además, cada negocio y personas que caben en todas y cada una de las excepciones de los decretos, se han adaptado a la situación para prestar sus servicios y productos. Realmente este año será como la canción: Para no olvidar.

     Virgencita de Chiquinquirá, en tus manos dejamos el mes de mayo que ya pasó, y el mes de junio sin fiestas de Calarcá y con la aparición de Anonymus que llega…

SOBRE EL AUTOR

Johan Andrés Rodríguez Lugo

Futuro Comunicador Social Periodista Universidad del Quindío.

- Tomar café, comer mucha pasta, la música, los libros, los viajes, cosas simples y también algunas complejas - “No es que una quiera es que toca, entonces tin”- 

Contacto:

Facebook: https://www.facebook.com/johanandres.rodriguezlugo

Twitter: @UnJohanTin

Instagram: @Johan_RL

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