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SÁBADO

11 - abril -2020

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Ilustración: Cortesía de Don Fingo
"Don Barbarias"
 @DonBarbarias  /  @DonFingo.caricatista 

      Hoy es el tercer sábado del aislamiento nacional obligatorio. El cuarto sábado desde el toque de queda en Calarcá y el séptimo sábado desde la última vez que salí a tomar cerveza con mis amigos; es más, es casi el décimo sábado de esto porque en nuestra última salida, que fue posterior a una muestra de documentales que hubo en la Universidad, no consumimos licor. Ese día fue extraño, no había ánimos, salimos a comer y luego entramos a una discoteca en donde se encontraba una cantidad considerable de compañeros de nuestro programa, pero nosotros no pasamos de una cerveza. Eso sí, bailamos, gritamos, saltamos, nos reímos y terminamos casi a las cuatro de la mañana llegando a nuestras casas.

     En unas horas nos veremos a través de Google Hangouts, una de tantas plataformas para videoconferencias, una de mis amigas está de cumpleaños, y ya que no nos debemos reunir a celebrar decidimos hacerlo virtualmente. Cada uno compró su licor favorito y se espera que nos veamos por videollamada, hablemos, escuchemos música y bueno, amanezcamos juntos como debe ser. Siempre tratamos de celebrar nuestros cumpleaños y estoy seguro que donde hubiésemos sabido que aquel viernes de principios de marzo iba a ser la última vez, habríamos hecho un verdadero “plan tranqui”.

     A estas alturas muchos empezamos a extrañar el exterior, ya lo hacíamos antes, pero ahora el tedio de la rutina se ha incrementado. Cada día pesa mucho más que el anterior, las rutinas se van acumulando y las actividades se vuelven monótonas, quienes no están trabajando o estudiando ya no encuentran qué hacer. Estar al corriente de varias amistades me ha hecho saber que el encierro afecta de muchas formas. En cada llamada que hacemos nos preguntamos qué es lo que más extrañamos “de la normalidad”.

     Realmente son pocas cosas las que he extrañado estas semanas, tal vez salir, utilizar el transporte público diariamente y visitar a mis familiares. Verme con mis amigos es un vacío grande pero ya nos estábamos acostumbrando pues todos iniciaban sus pasantías así que en diciembre decidimos tener nuestro último “plan tranqui” antes de empezar el año. Todos teníamos planes para este año, este sería EL AÑO, en mayúsculas. Íbamos a terminar la carrera, a graduarnos, a recibir nuestro diploma y enfrentarnos al mundo. Casi cinco años de academia estaban llegando a su final y la incertidumbre del futuro estaba a la vuelta de la esquina. Pero todo se ha detenido. Todo está quieto, estamos esperando, esperando y esperando. No podemos hacer nada, no podemos adelantar el tiempo, acelerar la cuarentena, o ayudar de algún modo a bajar la curva de contagio, por más que estemos pendientes de las notificaciones del Ministerio de salud y que nos dé un pre infarto con cada nueva información, la espera es lo único que tenemos actualmente.

      No volvimos a planear, no podemos pensar en el futuro, para qué, si no sabemos lo que vendrá. En diciembre nos reunimos a cantar las novenas, compramos buñuelos rellenos, hicimos burritos, tomamos gaseosa, cerveza y aguardiente. Cantamos en un karaoke, jugamos “yo nunca”, volvimos a tomar, volvimos a jugar, bailamos, gritamos, jugamos “la verdad o se atreve” y hubo una prueba que consistió en hacer una llamada a un número desconocido. El corazón no me había latido tanto como cuando la persona contestó y uno de ellos le dijo algunas cosas, luego colgamos y apagamos el celular. Fue un momento tenso pero de risas y carcajadas.

      Este espacio se acaba mañana, así lo planteé y aunque ha sido un ejercicio muy interesante, no quiero caer en la monotonía o en repetir lo mismo cada día. Ya sabemos lo que tenemos y lo que no tenemos, ya sabemos que no ha sido un proceso fácil, que todos estamos encerrados y que algunos creen que es la oportunidad para hacer cosas: leer, pintar, aprender un idioma, fortalecer conocimientos y demás, pero realmente no es cierto, la ansiedad que se vive no nos permite ir más allá. Admiro a quienes han hecho ejercicio, han adelantado lecturas, han hecho otras cosas, pero si alguno no ha podido, no hay lío. Esto nos tomó desprevenidos. Ayer me vi un cortometraje de un futuro distópico en donde el virus se salía de control y convertía a las personas en zombis. Se supone que durante años nos hemos preparado para este momento, algunos, sabemos también quienes seremos los primeros en morir. Pero por ahora, esperemos. Esto pasará. Esto también pasará.

SOBRE EL AUTOR

Johan Andrés Rodríguez Lugo

Futuro Comunicador Social Periodista Universidad del Quindío.

- Tomar café, comer mucha pasta, la música, los libros, los viajes, cosas simples y también algunas complejas - “No es que una quiera es que toca, entonces tin”- 

Contacto:

Facebook: https://www.facebook.com/johanandres.rodriguezlugo

Twitter: @UnJohanTin

Instagram: @Johan_RL

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