top of page

Nicomedes, la reina del tamal: un legado que continúa 

3.jpeg

El 14 de julio de 1995 a sus 84 años dejó de existir María Nicomedes Lozano, la reina del tamal, quien durante más de 65 se dedicó a preparar una de las delicias gastronómicas insignia de El Espinal y, en general, de la región tolimense. Así como recibió el legado de su suegra, ella lo transmitió de tal manera que, a pesar de su ausencia física, los tamales de Nicomedes se siguieran consumiendo en la región y sus alrededores. 

Entre las delicias gastronómicas más reconocidas de las Fiestas de San Pedro en El Espinal, se encuentran la chicha de Jacinta, la lechona de la Mona Ofelia y los tamales de Nicomedes. Todas estas ricuras y el recuerdo de las matronas que le dieron el reconocimiento se mantienen a través de los herederos de este legado. De las tres, la única que aún vive es Jacinta, pero en un delicado estado de salud debido a sus 94 años. 

Reynaldo Guzmán Lozano recuerda a su madre como una mujer muy cariñosa y de buen trato con todo el mundo, una señora. Recuerda la principal enseñanza que le dejó su madre: “A veces yo le decía, mamá, deme ese tamalito que está roto y me decía no señor, si se lo voy a dar se lo doy bueno o mejor  no le doy nada, porque lo que uno regala debe ser bueno. Esto no es para mí, es para ustedes los hijos, que se largan para allá para otro lado y allá van a encontrar lo que yo regalo acá”.

De igual manera, Mercedes Guzmán de 68 años, hermana de Reynaldo, y con más de 40 años dedicada a la elaboración de tamales, recuerda que “el proceso del aprendizaje  fue desde muy jóvenes. Nos tocaba ayudarle a mi mamá a hacer los tamales y ahí fui aprendiendo el legado”. Destaca que, para su madre, Nicomedes era indispensable que “el tamal quedara bien sazonado, grasudo, bien en su punto, bien envueltos, bien deliciosos”.

Otro de los puntos que para los herederos de Nicomedes es fundamental en la preparación de sus tamales y que aportan para que estos sean muy famosos “por ser muy deliciosos, son los ingredientes tradicionales y que están trabajados en leña, son cocinados en leña, lo que destaca el sabor y hace que se conserven mucho más ricos. La leña les deja un muy buen sabor”, añade. 

En sus días de niñez y juventud, recuerda Mercedes, la letra con sangre entraba o al menos esa era la filosofía que aplicaban los mayores. En su caso la enseñanza se dio a “tamalazo limpio”, como dirían por ahí. “Recuerdo que mi mamá me estaba enseñando hacer tamales y los hice de otra manera, me dio con un tamal en la cabeza (risas) por no haberlo hecho bien. Esa es una de las anécdotas que más recuerdo (risas).

Aunque poco ortodoxo el sistema de enseñanza funcionó, ya que ella y sus hermanas han mantenido viva la tradición, pero ante todo la receta y el proceso usado por Nicomedes, no solo como legado familiar sino como aporte a la cultura del municipio.  

2.jpeg

De familia a familia

A diferencia de otros legados gastronómicos que se heredan de padres a hijos, el de Nicomedes llegó a través de su suegra María Jesús, legado que mantuvo, consolidó y hasta le dio una identidad, los tamales de Nicomedes: “Mi mamá abuelita tenía la venta de estos tamales, cuando mi mamá se conoció con mi papá se la llevó para la casa porque era una casa grandísima que tenían ellos y allí no había ningún hijo ni nada. Ella contaba que se juntó con mi papá, se quedaron allá y aprendieron hacer eso, porque le ayudaba a mi abuelita y ahí aprendió”, recuerda Reynaldo.

 

Es tal el reconocimiento de esta delicia culinaria que famosos, incluidos expresidentes y congresistas, se pasaron por su local para degustar los manjares que sus manos producían. En el artículo “Se murió la reina del tamal” publicado por el diario El Tiempo (1995) se recuerda que en el Espinal se hicieron famosas “las escapaditas de varias estrellas de la televisión o las tomas de la Concordia por parte de los guardaespaldas que protegían a grandes figuras de la vida nacional como el expresidente Belisario Betancur, Andrés Pastrana, el periodista Jorge Enrique Pulido y el senador Alberto Santofimio, para degustar los tamales de Nicomedes” e  incluso se le catalogó como “la tamalera más reconocida de Colombia”. 

La casa de la carrera 11 Número 4 -22 del barrio Isaías Olivar se volvió famosa a nivel local, regional, nacional e internacional, por allí transitaron personajes como Luis Carlos Galán, la esperanza de una nación que nunca se consolidó; Alfonso Lizarazo y el “invencible equipo” de Sábados Felices; el, quizás, sea el más famoso dúo cómico musical de Colombia, Emeterio y Felipe Los Tolimenses; así como los maestros Garzón y Collazos, entre una larga lista de personalidades.

Pero no sólo personalidades de la vida nacional engalanaron su casa, sus ocho hijos hicieron de las suyas allí, la razón de su existencia y de su trabajo fuerte y bien intencionado. Una humilde y típica cocina con fogones de leña, tizne y olor a campo fue su “santuario”. Reynaldo rememora que “desde la edad de 9 salía acompañar a mi mamá a la cocina, ayudar a soplar los fogones y todo porque se paraba ella y yo me paraba acompañarla y así fue hasta cuando murió”. 

1.jpeg

Los hermanos Guzmán Lozano

La matrona tuvo ocho hijos, cinco de los cuales siguieron el mismo camino que ella. Los tamales de Nicomedes se mantienen listos para satisfacer el paladar de los espinalunos, tolimenses y visitantes en general, gracias a los hermanos Guzmán Lozano: Mercedes, Nohemi, Nidia, Jesús y Reynaldo. 

Los tamales de Nicomedes se comercializan en diferentes casas y locales manejados por los hermanos, pero la preparación sigue siendo la tradicional y se realiza en un solo lugar, la casa de la carrera 11 Número 4 -22 del barrio Isaías Olivar. La preparación corre a cargo de Mercedes, Nohemi y Nidia. 

“La tradición se sigue porque ese fue el legado que dejó mi mamá, ya van las hijas y ahora va otra generación donde vienen los nietos que siguen trabajando con los tamales de Nicomedes”, señala María Nidia. Pero los tamales son su legado, de allí obtienen su sustento y en general es su forma de vida. “Esto es el subsistir de nosotros, trabajamos con los tamales y eso es lo que nos da para el sustento de nuestros hijos, de la casa, para todo lo necesario”, añade.

Las hijas de Nicomedes son muy reservadas con los detalles de su labor, son secretos familiares y una herencia que pasa de generación en generación. “Las hijas de Nicomedes hemos continuado trabajando con los tamales, la receta sigue con la tradición y ahora va con los nietos que también trabajan en los tamales de Nicomedes. Esa es la tradición, y la receta solo queda en la familia”, afirma María Nidia. Reynaldo, quien por su parte, es tajante al afirmar que ninguna de sus hijas seguirá con esta actividad, siguieron caminos que las alejaron definitivamente de este legado. 

Tamales Candelaria, por ejemplo, es manejado por María Jesús Guzmán Lozano y Hernando Garzón, su esposo, allí se consiguen los tamales a 5 mil pesos de pura gallina criolla. Reynaldo, por su parte, maneja el local número 47 en el llamado “Pueblito Espinaluno”, la plaza de mercado, “allá también tenemos afiches y dicen Tamales Nicomedes”, señala. 

Como buena familia  los hermanos Guzmán Lozano no son competencia entre sí, la distribución de los tamales más famosos de El Espinal, y algunos afirman que de Colombia, está bien coordinada para que todos obtengan ganancias de su legado y por supuesto mantener viva la tradición cultural que su abuela heredó a Nicomedes y que ella al final de sus días les encomendó.  “Somos reconocidos en el pueblo por mucha gente, primero, son los tamales de Nicomedes y lo segundo es que si usted pregunta: ¿dónde consigo un tamal bueno?, allá donde Nicomedes o en la casa o acá en el Pueblito Espinaluno. El día domingo venden caldo de pajarilla, guiso de chivo allá en la casa, por ejemplo, así no más si, si el domingo le toca a una hermana aquí, el sábado le toca a la otra allá en la casa y el domingo le toca a la otra y la otra aquí en el Pueblito Espinaluno y yo acá en la casa.

Lo anterior es señalado por Reynaldo dejando en claro que aprovechan el reconocimiento y a partir de allí establecieron un sistema de rotación culinaria. 

“Seguimos con el legado de mi mamá cuando ella murió, y ahora siguen las nietas con el legado de los tamales, entonces eso me parece muy importante, que siga el proceso, que se sigan haciéndose tamales de generación en generación”, afirma Mercedes.

4.jpeg

Llegando al final del camino

Con el paso de los años las fuerzas empezaron a abandonar a Nicomedes, pero nunca descuidó sus tamales.  “Tenía a mis hermanas y una empleada, entonces ella llegaba y se sentaba en un asiento afuera, o si no se iba para allá, ¿mija le echó esto a los tamales?, ¿mija le echó esto, aquello, todo?, estaba en la juega”, manifiesta Reynaldo. “Cuando se enfermó la llevamos al médico y la hospitalizaron, la remitieron a Ibagué, ella siempre decía que tenía un hijo como yo, un tipo que vivía pendiente de todo”, añade.

Amante de las flores, Nicomedes siempre inculcó a sus hijos, “cuidar el trabajo porque era el único ramo de rosas que uno se iba a llevar”. Falleció entre sus amadas flores: “Cuando murió mi mamá en una pieza de 4x4 no cabían los arreglos de flores, la Alcaldía le mandó como tres arreglos, unas coronas grandes, y la Federación Nacional de Arroceros le llevó coronas, ramos de todo, no cabían”.

bottom of page