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La Inconquistable

Por: Luis Hernando Restrepo Aristizabal 

Fotos: Valeria Urán Sierra 

Viajar a Cajamarca nunca fue tan importante. Cruzar una peligrosa vía transitada por imponentes camiones y mirar hacia la montana nunca fue tan especial. El pasado 26 de marzo fue un día histórico para el Tolima en la lucha frente a la Megaminería y desde el Quindío acompañamos una lucha de resistencia, que más que compartida y propia, representa una rebeldía frente al concepto moderno de lo que se considera progreso.

Recorrer el cruce de los andes entre el Quindío y el Tolima se convirtió en un asunto personal, de defensa del territorio. Lo que se destruya al costado oriental de la Cordillera Central, retumbará con gran impacto en todo el centro occidente del país.

De Cajamarca siempre se aprecia que sea la gran despensa agrícola de Colombia, en donde sus montañas se convierten en una diversa huerta que estrepitosa conserva privilegiada una solemne vista desde El Machín; un volcán tan poderoso como misterioso, que espera sórdido el movimiento final de sus entrañas; pero también un pueblo que, lamentablemente, fue convertido en fortín de la pala opresora del desarrollo extractivista que promueven las multinacionales extranjeras.

La Anglogold Ashanti, con su escritorio en Sudáfrica, pero su propio Apartheid en Colombia, y en contubernio con el gobierno nacional, manipulan el territorio a nombre de un sistema que ha demostrado durante los últimos años que sólo se enfoca en el saqueo de los recursos a cambio de unas cuantas migajas de capital. El saqueo de recursos mineros está a la vuelta de la montaña, siendo menester de la población de la cordillera la defensa de su propia tierra. La conquista española y el extractivismo megaminero se asemejan en las formas de institucionalizar el despojo, en la antigüedad venían en nombre de la corona y la iglesia, hoy vienen en nombre del "desarrollo".

Entre campesinos y tenderos, agricultores y camioneros, mujeres y hombres de tierra fértil, le dijeron No a la mina. La Colosa, se vio abatida ante la fuerza de un movimiento ciudadano que con su voz y voto no permitieron actividad minera en su jurisdicción. Llegar a Cajamarca, desde el otro lado de la cordillera, como foráneos el día de la consulta popular, fue ser partícipes de la historia de Colombia. Sus habitantes, más que simples votantes de un sí o un no, son la viva palabra de una experiencia de años que se ha arraigado en el campo. Recorrer sus calles y encontrar la nobleza del cajamarcuno como agradecimiento frente al compromiso y solidaridad de quienes llegamos desde más allá de las montañas​ del Tolima.

Hasta Calle Larga, la más extensa del pueblo, la mañana de aquel domingo supo ser tranquila. El recorrido hasta el cementerio dio para conocer los portones del pueblo y quiénes viven tras ellos. En una esquina, don Edgar Martínez, un curtido obrero, que con pala en mano en ese domingo de poco descanso, saludó nuestro paso y aseguró que su pueblo saldría victorioso frente a la mina. Así fue.

En Cajamarca, sus calles estan llenas de gentes y de perros sin collar. A media mañana, durante el día de consulta, las tiendas y los estanquillos estuvieron a rebotar. Don Ramón Salcedo, supo participar y muy temprano fue a votar. No es de Bolívar, pero su parque principal, lleno de ancianos a quienes preguntar. En esta la Plaza Santander, como en casi todos los pueblos del país, se reúne el agricultor. Don Misael López, una bella estampa de quien en sus muchos años salió a votar, para su pueblo ganar.

La montaña y la mina parecieran tener nombres de un ser; montaña es vida, como vientre de mujer. Luz Ángela Franco, con franqueza nos recordó, que la mina no es vida y que al oro le dijo no. Frente a la carretera, después de esquivar lo que viaja del puerto a Bogotá, doña Cecilia Torres nos invitó a un café, ella sonrió, mientras su historia nos llenó de fe.

El tejido territorial que se desprende a partir de la jornada de consulta popular en Cajamarca representa un bastión sin precedentes como forma de resistir frente a la complejidad de la megaminería en nuestra región. La mina llega como una estrategia engañosa que pretende destruir lo que la naturaleza desde sus origines ha dejado para disfrutar y compartir. Se habla de un país en postconflicto y en postacuerdo, en donde se presenta la paz de los megaproyectos haciendo la guerra contra la montaña. El territorio es un bien común, en donde el agua y las semillas son indispensables en la construcción de una sociedad tanto urbana como rural.

Cajamarca es inconquistable, así lo decretaron sus habitantes. El Quindío y el Tolima comparten un mismo territorio originario y el compromiso de resistencia. Se viene la consulta popular de Córdoba, ya Pijao declaró un rotundo No a la megaminería. Desde el páramo de Chili, ambos lados de la montaña estarán observando.

El Territorio primario es mucho más que lo que nos rodea. Es esa sensible emoción de tener cerca algo a lo que podamos darle un valor agregado. Las montañas y la ciudad, el agua y el aire, un ave y mamá. Somos nuestro mismo territorio.

SOBRE EL AUTOR

Texto:

Luis Hernando Restrepo Aristizábal

Comunicador Social Periodista de la Universidad del Quindío.

Periodista ambiental. Viverista empírico. Death & Roll para suavizar el oído. Construcción de memoria por medio de la escritura. 

Contacto:

Facebook: https://facebook.com/luisrestrepoa

Twitter: @luchorestrepoa

Fotos:

Valeria Urán Sierra

Estudiante Comunicación Social - Periodismo

Universidad del Quindío

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